23 de julio de 2017

MONOGRAFÍA DE FELIPE LUJÁN ARELLANO

MONOGRAFÍA DE

FELIPE LUJÁN ARELLANO

Desde los pagos de Monte
transitando por el llano,
viene Felipe Arellano
galopeando el horizonte.
No hay verso que no remonte
si se trata de cantar,
y a la hora de pensar
se hace librepensador
quien proclama con valor
y dignidad al payar.

Y así fue de libertario,
improvisando Felipe,
sin nadie que lo constipe
ni lo calle en su escenario.
Con un acento emisario
su canto de compromiso
era un mensaje macizo
que hasta lo estaqueó en la jaula
por evidenciar al maula
con la fuerza del granizo.

Sos mi ejemplo, payador,
en tu cantar solidario,
y ambos lados del estuario
te rinden máximo honor.
La fe del agricultor
se hace real cuando va
sembrando lo que amará
aún si el sol no siempre brilla…
¡ten fe de que tu semilla
de seguro brotará!

Caminaste por las huellas
del payador Martín Castro,
le fuiste siguiendo el rastro
a la luz de sus estrellas.
Tus poéticas epopeyas
viajando cual golondrina
junto al gran Carlos Molina,
íntegramente sociales,
payadores colosales…
¡un orgullo de Argentina!


Autor: Rubén Sada.

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PAYADOR FELIPE LUJÁN ARELLANO (Biografía)

Nacimiento: 25 de mayo de 1933 en Monte (Prov. de Buenos Aires).
Fallecimiento: 2 de septiembre de 2005.
Felipe Luján Arellano fue un cantor libertario, un militante social. Incluso en las instancias más difíciles de nuestra historia contemporánea y por el compromiso de su canto y la dignidad de su idea, fue también uno de los tantos que debió sufrir la cárcel, la tortura, la violencia de la represión dictatorial.
 
Payador Felipe Luján Arellano
Desde siempre, estuvo donde se le requirió, presente en toda aquella convocatoria que significara una instancia solidaria y si bien su canto alternó los escenarios más importantes del continente, estuvo también y prioritariamente en las fábricas ocupadas, los sindicatos en huelga, los campamentos obreros o las trincheras estudiantiles, llevando un mensaje siempre fiel a la concepción social que era además la columna vertebral de su canto.

Aunque nació en la Guardia del Monte, en la República Argentina, cuando llegó a esta Banda Oriental “apareó” su canto al de los más importantes poetas repentistas criollos y especialmente formó una dupla contundente por algunos años con el Bardo del Tacuarí, Carlos Molina. Aunque no es la ocasión de hacerlo, es imprescindible reafirmar un concepto sobre Felipe Luján y “su” canto: fue sin lugar a dudas, el más importante, trascendente y librepensador de todo cuanto payador argentino hubiese jamás pisado esta orilla del río. Y eso, seguramente es mucho decir. La memoria registra tenidas versificadas suyas trascendentes con juglares chilenos, brasileños, argentinos y por supuesto, orientales de todos los pagos.
Felipe Luján Arellano, payador de Monte (Buenos Aires)



En sus propias palabras: “Soy el menor de doce hermanos, cinco mujeres y siete varones; hijos de Claudia Laucirica e Higinio Arellano. Vivimos en campaña, somos arrendatarios dedicados a la producción agrícola ganadera. En mi niñez, en períodos breves, pasamos por “La Elina y El Totoral” con suerte muy esquiva. Sólo concurrí tres años a la escuela primaria en el paraje llamado “La Costa”, a 100 km. de Capital Federal, cuatro leguas del entonces pueblo de Monte. A los nueve años de edad ya trabajaba jornadas enteras en tareas del campo. Poco a poco y casi sin darte cuenta pasás de niño a muchacho y de ahí a hombre. De niño soñaba con ser maestro; dicen que era sobresaliente. Fue imposible seguir una carrera a pesar de las recomendaciones de mi maestra. Hubo que quedarse sólo con los sueños. De adolescente garabateé los primeros versos intuitivamente, los “escondía”. La relación con los caminantes “linyeras”, despertó mi inquietud. Muchos miles de hombres y no pocas mujeres, familias enteras sin trabajo se trasladaban en los trenes de carga en épocas de zafrales, cientos caminaban junto a los rieles, largas distancias. Donde había hospitalidad, hacían noche, y mi gente siempre les tenía un lugar. Mi padre era hombre muy campero, gran jinete, buen domador y mis hermanos y yo lo teníamos como nuestro modelo, quizás ídolo, y así seguimos sus pasos.
Durante mi pasaje por la milicia conocí músicos excelentes, cantores, aspirantes a poetas y payadores, como yo. Para entonces publicaba versos en el periódico de mi pago, “La voz de Monte”. Tras los primeros ensayos camperos descriptivos, ya en serio, escribí “Primer día de clase”, bastante conocido; enseguida “Décimas al peón rural” con toda su carga de injusticia social; esto a los veintiún años. El paisaje aquí era bonito pero el paisaje sin el hombre, pierde su parte fundamental. Ya me le había atrevido al gran soneto e incluso en versos mayores escribí filosofando.
Mis hermanas, (sólo una que quedó con mamá), se habían marchado a trabajar en fábricas en la Capital, donde formaron sus familias. Los dueños de los campos mismos, sin aviso, los venden con nosotros adentro. Y hay que pelear una compensación para dejarlos y comprar algo cerca del pueblo.
Mi padre me hablaba de la magia de los payadores que había conocido. Yo lo oía, casi incrédulamente. En 1954 conocí a Martín Castro, uno de los más grandes poetas sociales de nuestra América, con su actitud libertaria incólume y su postura irreductiblemente insobornable. Y allí mi payador se sintió respaldado y se reafirmó en su concepción social humanista, opinante y combativa.
Él mismo [Martín Castro] en 1955 me invitó a su casa, donde escuché al más grande repentista que hasta ahora oí: Luis García Morel, de piel negra, enciclopédico, con toda su luz interior. Yo ya milongueaba discretamente y tímidamente solté mis pájaros juveniles que en aquel ambiente fueron muy bien recibidos. Muchas emisoras radiales del Uruguay entraban en aquella zona. Atrevidamente estaba convencido que podía alternar entre ellos. Una gira extensa junto a una embajada artística de estas tierras, me dio la oportunidad ansiada para cruzar el río ancho como mar (año 1958). En 1959, semana de turismo, fui contratado por los empresarios Riverón Lungo para participar en el Parque Central. Las inundaciones me conmovieron y solidariamente me quedé, anduve con los socorristas y conocí la idiosincrasia de la gente de este país.
En 1960 no vine, pero en su transcurso me codeé con todos los demás grandes de ambas márgenes. Martín Castro fue el hilo conductor, quizás el puente fraternal, por su prestigio. Contratado por Dalton Rosas Riolfo -1961- vengo a la cancha de Bella Vista. Aquí se origina la huelga de payadores entre los que estoy. Intentamos fundar “La casa del payador”, hubo gran apoyo popular pero el culto a la personalidad, el individualismo pudo más que la conciencia y uno a uno los colegas se fueron desprendiendo. Sólo Nepomuceno Fernández y yo no volvimos con el zar de las criollas. En esa época formamos nuestra familia con Reyna Mathías. Y con Carlos Molina formamos la dupla de payadores que con alguna intermitencia, marcó toda una época del canto social repentista”.


Felipe Luján Arellano muere como todos los hombres, los artistas, los peleadores de su estirpe: en una digna pobreza material, en el año 2005. Desde hace varios meses andaba por allí un proyecto de ley para que el Parlamento le concediera una pensión graciable para acompañar solidariamente sus últimos años. Pero también, como sucede muchas veces, este tipo de acciones de justicia y reconocimiento, llegará demasiado tarde. La burocracia centenaria de este sistema, fue más lenta que el destino.

(Fuentes consultadas: Varios sitios en Internet y poesía propia como introducción homenaje).

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